LA INVESTIGACIÓN APLICADA EN NUESTRO MEDIO
Yo
considero que esa investigación que en el libro de Colciencias llamamos “aplicada”, por seguir una
clasificación internacional (pero que en realidad no es investigación y
desarrollo o “R y D” del idioma inglés, o sea aquella que conduce a desarrollar
nuevos procesos o nuevos productos que después se integran a la economía), es y
ha sido importante en nuestro país. Ciertamente no se le puede aplicar a la investigación
un criterio estrictamente utilitarista y economicista ni someterla a un
análisis costo – beneficio, porque habría que terminar con la respuesta tan
conocida que unos atribuyen a Faraday y otros a Benjamín
Franklin: ¿Para qué sirve un recién nacido? Sin embargo ha servido para
desarrollar nuevas cepas de productos vegetales más adaptables y más
productivas o más resistentes a las plagas; lo mismo para las cepas pecuarias,
avícolas o de diversos géneros; para la producción de antisueros y de vacunas;
para identificar y conocer desde nuestras especies biológicas hasta
nuestros hombres mismos, desde el indígena hasta el blanco y a través de todas
sus mezclas. Ha servido igualmente para conocer la patología, esa patología que
hoy con mucha propiedad se denomina geográfica pues inherente a determinados
países o regiones y que, debido a las amplias comunicaciones aéreas, fluviales,
terrestres y marítimas que tenemos hoy con todos los continentes, ha dejado de
ser exótica por antonomasia.
No es
investigación pura, ya que en general lo que hacemos los colombianos, es tomar
tecnologías investigativas que han sido ya desarrolladas en otros lugares y
aplicarlas a problemas locales. Exceptuando las ciencias básicas, que contienen
algo de pureza investigativa, esas tecnologías van a aplicarse a las
ciencias agropecuarias, sociales, de la salud, etc. Recuérdese el trabajo
traído por Harrison Brown cuando hablaba de la recuperación
japonesa después de la segunda guerra mundial: enviaron técnicos a Leeds y a Birmingham
a estudiar los telares ingleses que trabajaban (por decir una cifra) a diez
revoluciones por minuto; así habían trabajado desde la época de la reina
Victoria. Que pasa –preguntaron los hombrecillos amarillos - si el telar
se corre a 100 RPM; pues que se revientan los hilos respondieron
flemáticamente los ingleses; pues los compramos respondieron los japoneses
haciéndose a equipos que eran a todas luces obsoletos. Se los llevaron a Japón,
los corrieron a 100 RPM y pusieron a los japoneses en cada uso para que
remendaran los hilos cuando se rompían. Como consecuencia, duplicaron la
producción y en dos años estaban haciendo competencia a las sedas inglesas en
los mercados de Hong Kong.
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