LA ESENCIA DE LA FILOSOFIA
Por: Juan Hessen
La teoría del conocimiento es una disciplina filosófica. Para definir su posición en el todo, que es la filosofía, necesitamos partir de una definición esencial de esta. Pero ¿cómo llegar a esta definición? ¿Qué método debemos emplear para definir la esencia de la filosofía?
Se podría intentar, ante
todo, obtener una definición esencial de la filosofía partiendo de la significación de la palabra. La palabra filosofía procede de la lengua griega y
vale tanto como amor a la sabiduría,
o lo que quiere decir lo mismo, deseo de
saber, de conocimiento. Es palmario que esta significación etimología de la
palabra filosofía es demasiado
general para extraer de ella una definición esencial. Es menester evidentemente
elegir otro método.
Podría pensarse en recoger las distintas definiciones
esenciales que los filósofos han dado de la filosofía en el curso de la historia y, comparándolas unas con
otras, obtener una definición exhaustiva. Pero tampoco este procedimiento
conduce al fin buscado. Las definiciones esenciales que encontramos en la
historia de la filosofía discrepan
tanto, muchas veces, unas de otras, que parece completamente imposible extraer
de ellas una definición esencial unitaria de la filosofía. Compararse, por ejemplo, la definición de la filosofía que dan Platón y Aristóteles –
que definen la filosofía como la
ciencia pura y simplemente con la definición de los estoicos y de los epicúreos,
para quienes la filosofía es una
aspiración a la virtud o a la felicidad, respectivamente. O compararse la
definición que en la edad moderna da de la filosofía Cristian Wolff – Que la
define como scientia possibilium,
quatenus esse possunt – Con la definición que da Federico Uberweg en su conocido tratado de historia de la filosofía , según el cual la filosofía es
: “La ciencia de los principios” . Tales
divergencias hacen vano el intento de encontrar por este camino una definición
esencial de la filosofía. A tal definición solo se llega, pues, prescindiendo
de dichas definiciones y encarándose con el contenido histórico de la filosofía
misma. Este contenido nos da el material de que podemos sacar el concepto
esencial en la filosofía. Ha sido Guillermo
Dilthey el que ha empleado por primera vez este método, en su ensayo sobre la esencia de la filosofía. Aquí le seguiremos,
con cierta libertad, sin embargo, a la vez, desarrollar sus pensamientos.
Pero el procedimiento que acabamos de señalar parece
destinado al fracaso, porque tropieza con una dificultad de principio. Se trata
de extraer del contenido histórico de la filosofía el concepto de su esencia. Más
para poder hablar de un contenido histórico de la filosofía necesitamos –
parece – poseer ya un concepto de la filosofía. Necesitamos saber lo que es la
filosofía, para sacar su concepto de los hechos. En la definición esencial de
la filosofía, dada la forma en que queremos obtenerla, parece haber, pues, un circulo;
este procedimiento parece, entonces, por esta dificultad, condenado al fracaso.
Estos sistemas existen, en efecto. Acerca de muchos
productos del pensamiento cabe dudar que deban considerarse como filosofía.
Pero toda duda de esta especie enmudece tratándose de otros numerosos sistemas.
Desde su primera aparición, la humanidad los ha considerado siempre como
productos filosóficos del espíritu, ha visto en ellos la esencia misma de la filosofía.
Tales sistemas son los de Platón y Aristóteles, Descartes y Leibniz, Kant y
Hegel. Si profundizamos en ellos, hallamos ciertos rasgos esenciales comunes, a
pesar de todas las diferencias que presentan. Encontramos en todos ellos una
tendencia a la universalidad, una orientación hacia la totalidad de los objetos
en contraste con la actitud del especialista, cuya mirada se dirige siempre a
un sector mayor o menor de la totalidad de los objetos del conocimiento,
hallamos aquí un punto de vista universal o que abarca la totalidad de las
cosas. Dichos sistemas presentan, pues, el carácter de la universalidad. A este
se añade un segundo rasgo esencial común: la actitud del filósofo ante la
totalidad de los objetos es una actitud intelectual, una actitud de
pensamiento. El filósofo trata de conocer, de saber. Es por esencia un espíritu
cognoscente. Como notas esenciales de toda filosofía se presentan, según esto:
1. La orientación hacia la totalidad de los objetos; 2. El carácter racional,
cognoscitivo, de esta orientación.
Con esto hemos logrado un concepto esencial de la filosofía, aunque muy formal aun. Enriquecemos el contenido de este concepto considerando los distintos sistemas, no aisladamente, sino en su conexión histórica. Se trata, por tanto, de abrazar con la mirada la total evolución histórica de la filosofía en sus rasgos principales. Desde este punto de vista no resultaran comprensibles las contradictorias definiciones de la filosofía a que hemos aludido hace rato.
Con esto hemos logrado un concepto esencial de la filosofía, aunque muy formal aun. Enriquecemos el contenido de este concepto considerando los distintos sistemas, no aisladamente, sino en su conexión histórica. Se trata, por tanto, de abrazar con la mirada la total evolución histórica de la filosofía en sus rasgos principales. Desde este punto de vista no resultaran comprensibles las contradictorias definiciones de la filosofía a que hemos aludido hace rato.
Al comienzo de la edad moderna volvemos a marchar
por las vías de la concepción aristotélica.
Los sistemas de Descartes, Spinoza y Leibniz revelan toda la misma dirección hacia el conocimiento del
mundo objetivo, que hemos descubierto en el Estagirita. La filosofía se
presenta de un modo expreso como una concepción del universo. En Kant, por el contrario revive el tipo platónico. La filosofía toma de nuevo
el carácter de la autorreflexión, de la autoconcepción del espíritu. Cierto que
se presenta en primer término como una teoría del conocimiento o como
fundamentación critica del conocimiento científico. Pero no se limita a la
esfera teórica, sino que prosigue hasta llegar a una fundamentación crítica de
las restantes esferas del valor. Junto a la crítica de la razón pura aparece la
crítica de la razón práctica, que trata la esfera del valor moral, y la crítica del juicio, que hace de los
valores estéticos objeto de investigaciones críticas. También en Kant se presenta, pues, la filosofía
como una reflexión del hombre culto sobre su total conducta valorativa.
En el siglo XIX revive el tipo aristotélico de la
filosofía en los sistemas del idealismo
alemán, principalmente en Schelling
y Hegel, La forma exaltada y
exclusivista en que el tipo se manifiesta origina un movimiento contrario
igualmente exclusivista. Este movimiento lleva, por un lado, a una completa
desvalorización de la filosofía como la que se revela en el materialismo y el positivismo, y, por otro lado, a una renovación del tipo kantiano, como la que ha tenido lugar
en el neokantismo. El exclusivismo
de esta renovación consiste en la eliminación de todos los elementos materiales y objetivos, que existen de modo innegable en Kant, tomando así la filosofía
un carácter puramente formal y metodológico. En esta manera de ver
radica a su vez el impulso que conduce a un nuevo movimiento del pensamiento
filosófico, el cual torna a dirigirse principalmente a lo material y objetivo,
frente al formalismo y metodismo de los neokantianos,
y significa, por ende, una renovación del tipo aristotélico. Nos encontramos todavía en medio de este movimiento,
que ha conducido, por una parte, a ensayos de una metafísica inductiva, como
los emprendidos por Eduardo de Hartmann,
Wundt y Driesch, y por otra, a una filosofía de la intuición, como la que
encontramos en Bergson, y, en otra forma, en la moderna fenomenología
representada por Husserl y Scheler.
Esta ojeada histórica sobre la evolución total del
pensamiento filosófico nos ha conducido a determinar otros dos elementos en el
concepto esencial de la filosofía. Caracterizamos uno de estos elementos con el
término “concepción del yo” y el
otro con la expresión “concepción del
universo”. Entre ambos elementos existe un peculiar antagonismo, como nos
ha revelado la historia. Ya resalta más el uno, ya más el otro; y cuando más
resalta el uno, tanto más desciende el otro. La historia de la filosofía se
presenta finalmente como un movimiento pendular entre estos dos elementos. Pero
ello prueba precisamente que ambos elementos pertenecen a aquel concepto
esencial. No se trata de una alternativa (o el uno, o el otro), sino de una
cumulativa (Tanto el uno como el otro). La filosofía es ambas cosas: una
concepción del yo y una concepción del universo.
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